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El día de hoy 28 de Abril del 2021, las marchas organizadas y ejecutadas a nivel nacional en contra de la reforma tributaria del actual presidente de Colombia Iván Duque Marquez, han traído consigo, ciertos temas que para unos pueden ser vandalismo, pero para otros puede ser un acto de liberación y de justicia, como lo es el caso de la caída del Monumento de Sebastián de Belalcázar el cual está ubicado en la Cra. 2a #5 Oeste-2 a 5 Oeste-202 (Cali, Valle Del Cauca) por parte del pueblo indígena Misak.


¿Qué hay detrás del derrocamiento de esta estatua?

Para resolver este interrogante primero se debe conocer quien fue Sebastián de Belalcázar, fue un español nacido bajo el nombre de Sebastián Moyano y Cabrera en Belalcázar (Corona de Castilla en el año de 1480) fue militar, explorador, descubridor y conquistador español, el cual en su momento fue nombrado adelantado (un alto dignatario español que llevaba a cabo o adelante una empresa pública por mandato de servicio, cuenta y bajo designio real) y gobernador propietario vitalicio de Popayán en 1540, para recién tomar posesión del cargo en 1542.

De acuerdo con varias fuentes, pudo haber viajado al Nuevo Mundo con Cristóbal Colón en una fecha tan reciente como 1498, en el tercer viaje colombino a América. Juan de Castellanos escribió que, habiendo matado un mulo en el año 1507, Belalcázar huyó de España hacia las Indias Occidentales por miedo al consiguiente castigo, y para poder escapar además de la pobreza en que vivía.


En octubre de 1535 durante la conquista de Popayán venció con 100 españoles a un ejército de 3000 indígenas cerca del pueblo de Timbío.

Belalcázar venía del Ecuador, eliminando indígenas, almacenando oro, perlas y joyas; quemaban las aldeas con casas de techo de paja, a los sobrevivientes los herraban para tomarlos como esclavos, metodología que explicó Fray Bartolomé de Las Casas.

Según los historiadores hubo una gran hambruna entre los indígenas, Belalcázar relató que hasta 100.000 nativos murieron de hambre y 50.000 fueron usados como alimento por los supervivientes, su cálculo es considerado exagerado, además de una manera de justificar los asesinatos masivos que cometía contra los indígenas.

Sebastián de Belalcázar fue condenado a muerte por el tribunal español debido a tres causas:
  1. Al enjuiciamiento in absentia por ordenar en 1546 la ejecución de Jorge Robledo (un gobernador provincial español vecino, en otra disputa territorial), Belalcázar ordenó que Robledo fuera atado a un palo con una argolla en el cuello, hasta que murió ahogado.
  2. Por los malos tratos cometidos contra los indígenas del Nuevo Mundo, los que incluía esclavitud, asesinatos, guerras injustificadas y torturas tiránicas a estos indígenas.
  3. Por participar en las luchas acaecidas entre los conquistadores.
Sebastián de Belalcázar también estuvo inmerso en las disputas entre las familias de Pizarro y Almagro en Perú, ayudando al licenciado Pedro de la Gasca a vencer a Gonzalo Pizarro. 
El adelantado Sebastián de Belalcázar falleció en el año 1551 en la ciudad de Cartagena de Indias, antes de emprender el viaje de vuelta a España para apelar la decisión del tribunal.

Derrocamiento de la estatua en el Morro de Tulcán en Popayán (Cauca)

El 16 de Septiembre del 2020, un grupo de indígenas de la etnia Misak derribó la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar, ubicada en el morro de Tulcán en (Popayán, Cauca). El hecho ocurrió durante las protestas del 16 de septiembre contra los hechos violentos en la región.


Según el comunicado del Movimiento de Autoridades Indígenas del sur occidente, la estatua se derrumbó después del veredicto de un juicio en el que se declaró a Belalcázar culpable de varios delitos.

La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) manifestó apoyó lo sucedido y afirmó que este es un “acto libertario, de dignidad y descolonización”.

Líderes de diferentes comunidades presentaron sus argumentos. “Es un acto emancipatorio contra esa historia genocida contra los pueblos indígenas de América. Era una deuda pendiente durante siglos, que ha sido saldada”, dijo Luis Fernando Arias, dirigente Indígena Kankuamo, Consejero Mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia.

Derrocamiento del Monumento de Belalcázar en Cali (Valle Del Cauca)

El día de hoy la misma etnia indígena Misak, que llegaron desde el departamento del Cauca, tumbaron en horas de la mañana el Monumento de Belalcázar el cual esta ubicado en la Cra. 2a #5 Oeste-2 a 5 Oeste-202.


Este acto hace parte de un proceso de limpieza histórica contra el genocidio emprendido por los indígenas del Cauca, en especial la etnia indígena Misak.

Basado en:
Publicación: Revista Semana
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Si alguno juega el videojuego de Niantic Harry Potter: Wizard Unite y quieren o requieren realizar las pociones en un tiempo mucho mas corto, pueden emplear las Notas Maestras las cuales son comandos táctiles (símbolos) o glifos de 3 a 6 que se dibujan sobre la poción, los cuales permiten a los jugadores reducir el tiempo de preparación de la poción en un 15%.


Por supuesto que los jugadores deben reunir los ingredientes para realizar las pociones, las cuales permiten mejorar su carácter en la batalla o sanarlos durante o entre batallas.

A continuación, se detalla una pequeña lista con las notas maestras de algunas pociones:

1. Elixir cerebral de Baruffio

Otorga el doble de Wizarding XP de Traces, Wizarding Challenges y Portkeys. 
  • Duración: 30 minutos.
  • Tiempo de preparación: 12 horas
  • Desbloquear:
  • Uso: Rastros

2. Dawdle Draft

Reduce la probabilidad de que los Confundibles huyan con el Encontrable, lo que te da más posibilidades de completar un Rastreo. 
  • Duración: 3 hechizos.
  • Tiempo de preparación: 6 horas
  • Desbloqueo: Nivel 10
  • Uso: Rastros

3. Poción de estimulo

Mejora tu lanzamiento de hechizos en Rastros y desafíos mágicos. 
  • Duración: hechizos de 3.
  • Tiempo de preparación: 2 horas
  • Desbloquear:
  • Uso: Combate, Rastros.

4. Pocion Exstimulo (Fuerte)

Mejora tu lanzamiento de hechizos en Rastros y desafíos mágicos. 
  • Duración: hechizos de 4.
  • Tiempo de elaboración: 4 horas.
  • Desbloquear:
  • Uso: Combate, Rastros.

5. Pocion de exstimulo (potente)

Mejora tremendamente tu hechizo lanzado en Traces and Wizarding Challenges. 
  • Duración: hechizos de 5.
  • Tiempo de elaboración: 8 horas.
  • Desbloqueo: Nivel 9
  • Uso: Combate, Rastros.

6. Poción curativa

Restaura el 35% de tu resistencia máxima cuando has recibido daño en Rastros de rarezas y Desafíos mágicos.
  • Tiempo de elaboración: 2 horas.
  • Desbloqueo: Nivel 6
  • Uso: Combate

7. Poción vigorizante

Otorga 1 Focus para lanzar hechizos estratégicos en desafíos mágicos.
  • Tiempo de elaboración: 3 horas.
  • Desbloqueo: Nivel 8
  • Uso: Desafíos mágicos

8. Poción vigorizante (fuerte)

Otorga 3 Focus para lanzar hechizos estratégicos en desafíos mágicos.
  • Tiempo de elaboración: 6 horas.
  • Desbloqueo: Nivel 13
  • Uso: Desafíos mágicos

9. Tónico para la detección de rastros

Aumenta tu percepción de los rastros mágicos, revelando más a medida que exploras. 
  • Duración 30 minutos.
  • Tiempo de elaboración: 7 horas.
  • Uso: Rastros

10. Poción para agudizar el ingenio

Aumenta la eficacia de tu hechizo contra enemigos de élite en desafíos mágicos en un 50%.
  • Duración: 3 hechizos.
  • Tiempo de elaboración: 4 horas.
  • Desbloqueo: Nivel 15
  • Uso: Desafíos mágicos

Nota: Los tres círculos se logran, dando varios toques en la pantalla con el dedo, no círculos.

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Para grabar la pantalla en un MAC, deben presionar a la misma vez las teclas: Shift + Cmd (en algunos teclados Option) + 5.

Listo, con eso les saldrá una ventana para que seleccionen que área de la pantalla desean grabar y cuando terminen, el sistema genera un archivo con extensión .mov el cual al darle clic se descarga automáticamente.
La Explosión de Cali fue un desastre ocurrido el 7 de agosto de 1956 a la 01:07 (UTC-5) en el centro de Cali, Colombia, provocado por la explosión repentina de siete camiones militares acompañados por el ejército que llevaban 1.053 cajas de dinamita provenientes de Buenaventura cargados con 42 toneladas de dinamita, que se iban a emplear en la construcción de carreteras en el departamento de Cundinamarca. En 1956, Cali contaba con 400 000 habitantes, de los cuales 4000 fallecieron a causa de la explosión, y otros 12 000 más quedaron heridos.


La Cali del 56 - La urbe en expansión

La ciudad tenía ya unos 400.000 habitantes. El televisor era el electrodoméstico que todos querían. Para comprar uno había que tener en el bolsillo, como mínimo, $750. Se fumaban cigarrillos Cámel, Marlboro, Chesterfield, L&M y, por supuesto, Pielroja. En el almacén Sears ellas podían encontrar lo último de la moda: faldas escocesas a $34,95; enaguas de algodón a $5,95 y carteras italianas a $44,95. La ‘Brillantina de Reuter’ era vital para cualquier peinado. Cali vivía la fiebre del cine mexicano. Cantinflas causaba furor con ‘Abajo el telón’. Y Silvia Derbez brillaba en ‘¿Con quién andan nuestras hijas?’. La noche de la tragedia, el desaparecido Teatro Roma había presentado ‘Mañana cuando amanezca’. Era la víspera de un festivo. En la zona de la explosión, como siempre, se bailaba de noche y día…


El fatídico 7 agosto de 1956

Este fue el recorrido de los seis camiones cargados con dinámita, que causaron la tragedia más grande de la historia de Cali. El estallido fue tan poderoso que se sintió en Buga, Palmira, Santander de Quilichao y Jamundí. Esta explosión fue 84 veces más poderosa que la bomba del DAS colocada por Pablo Escobar, el 6 de diciembre de 1989, en Bogotá.

1 de Julio de 1956:
42 toneladas de dinamita importadas por el Gobierno del general golpista Gustavo Rojas Pinilla para la ejecución de obras públicas en Bogotá salen de Suecia, a bordo del barco Stokolm. Después de atravesar el Atlántico y pasar por el canal de Panamá, llegan al puerto de Buenaventura.

6 de Agosto de 1956:
Las 1.053 cajas de madera que contenían los 42.000 kilos de dinamita son cargadas en seis camiones de la empresa Transportes Mosquera Gómez.
La caravana, con una fuerte escolta del Ejército, inicia su recorrido con destino a Cali pasado el mediodía.
Pasadas las 6:00 p.m. los camiones cargados con dinamita ingresan a Cali, atraviesan todo el Oeste y llegan a las instalaciones del Batallón Pichincha, situadas en el corazón del Paseo Bolívar, justamente donde hoy se levanta el edificio del Centro Administrativo Municipal, CAM.
La alta oficialidad del Ejército decide que los camiones deben salir lo más pronto posible de la ciudad de Cali, no solo por el peligro que representan, sino porque la ciudad estaba caracterizada en la época como un foco de rebeldía y oposición contra el gobierno de Rojas Pinilla.

Poco antes de la medianoche se decide que los seis camiones sean trasladados a la plazoleta de la estación central del Ferrocarril del Pacífico, situada en la Calle 25 con Carrera Primera. Allí funcionaban un destacamento de la Policía Militar, el Batallón Agustín Codazzi y la sede de la tercera Brigada del Ejército. Los camiones se estacionan en un costado de la plaza.


7 de Agosto de 1956:
Pasada la 1:00 a.m. los seis camiones con 42.000 kilos de dinamita explotan simultáneamente, por causas desconocidas hasta el día de hoy. La explosión genera un sismo de aproximadamente 4,1 grados en la escala Richter, arrasa con toda la estación y su zona aledaña, afecta a cerca de 83 manzanas, 41 de ellas totalmente destruidas, y deja un enorme cráter de 60 metros de diámetro por 8 de profundidad. Los habitantes de seis barrios colindantes a la zona resultan afectados. El reloj de la estación, dañado por la explosión, aparece entre las ruinas marcando exactamente la 1:07 a.m.


Reacciones


Desde que inició la tragedia y en las primeras horas de la mañana, la intervención del capellán y sacerdote Alfonso Hurtado Galvis fue notable, ya que alcanzó a socorrer a cientos de víctimas del incidente. En palabras del sacerdote, "el hongo dejado por la explosión se parecía al formado por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, pero más pequeño en proporción, se podían observar partes mutiladas de cuerpos humanos, entre ellos piernas, brazos, torsos. Pocos o ningún cuerpo se encontraban completos. El panorama era dantesco: muertos y heridos por doquier".​ El periódico local "El País" preparó ese día cuatro ediciones extraordinarias para informar de la tragedia ocurrida​.


En el cementerio central fueron enterrados 3725 cráneos y partes de cuerpos, todos en una fosa común. Se erigió una cruz de hierro en las inmediaciones de las calles 25 y 26 para recordar el triste incidente.


Apenas se conoció la tragedia, entidades colombianas locales como la Cruz Roja, la organización Sendas (Secretaría de Acción Social y Protección Infantil, hoy ICBF, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar), los grupos de scouts, las Hermanas de la Caridad y el clero emprendieron la ayuda. La Santa Sede, encabezada por el papa Pío XII, así como países como la Unión Soviética, Estados Unidos, Canadá, México, Venezuela, Japón, China y el continente europeo se solidarizaron con los ciudadanos caleños afectados.


Cabe destacar que la Unidad Residencial República de Venezuela (localizada en el norte de la ciudad) surge como donación a los damnificados por parte del gobierno Venezolano, siendo terminada en poco tiempo. El nombre formal del edificio es Bloque 8 del complejo residencial 23 de Enero.​

Así mismo, el gobierno de Canadá hizo donaciones de casas prefabricadas para albergar a los damnificados, ubicadas en las inmediaciones del barrio Aguablanca, de ahí que informalmente se le conocía como "pueblo de lata".

La tragedia permitió dinamizar la expansión de la ciudad hacia los barrios localizados al norte de la misma, como lo son La Flora, Santa Mónica y Versalles.





¿Cómo se recuperó Cali?

Claudio Borrero, ingeniero civil y exconcejal de Cali, sostiene que no es excesivo afirmar que la tragedia del 56 dividió en dos la historia de la ciudad en en el siglo XX. Cali, para entonces, vivía un crecimiento demográfica consecuencia de las fuertes migraciones de La Violencia y del crecimiento industrial de la ciudad.

“La tragedia ocurre en ese contexto de crecimiento industrial y demográfico, del regreso de grupos de afros del Pacífico que se empezaron a aposentar en el oriente y de familias paisas que llegaron a la zona de la ladera de la ciudad. La tragedia, asimismo, implica unos cambios en el desarrollo urbanístico”.

El más evidente, sostiene Borrero, fue el impulso que tomó el desarrollo del norte de la ciudad a partir de la construcción del Edificio Venezolano, erigido por el gobierno de Venezuela en un terreno de alrededor de 100 metros cuadrados en lo que sería el barrio La Flora. Se trata de un edificio de 140 apartamentos, terminado de construir seis meses después de la explosión y que para los años 60 era la construcción más moderna que tenía Cali.

“Con esta obra se le da fuerza al desarrollo urbanístico del norte. Es a partir de la migración de las familias afectadas al edificio Venezolano y del deseo de mucha gente de vivir en zonas alejadas del centro de la ciudad, que empiezan a consolidarse barrios como La Flora, Santa Mónica y Versalles”, dice Borrero.

El ingeniero afirma también que como un efecto de la destrucción de los barrios centrales en la explosión, esa zona empezó a presentar un repunte demográfico y urbanístico sin precedentes en la ciudad.

Tal crecimiento se debió en gran medida a la entrega de lotes que la Administración Municipal de entonces realizó en barrios como El Obrero, Sucre y Benjamín Herrera, en donde se entregaron baldíos de hasta 300 metros cuadrados tanto para daminificados como para personas que empezaban a llegar a la ciudad.

Justamente, de acuerdo con un estudio realizado por el historiador Édgar Vásquez, entre los años 51 y 64, Cali pasó de tener 284 mil a 637 mil habitantes, presentando la tasa de crecimiento más alta desde 1912.


Jorge Humberto Rodas, abogado estudioso de la historia de Cali y que, además, vivía en la ciudad para los días de la explosión, sostiene que en los años inmediatamente posteriores a 1956 zonas como el norte se convirtieron en algunas de las más buscadas por la clase media y trabajadora de la ciudad.

“La expansión se vivía sobre todo en barrios como San Fernando y Granada, que habían sido los primeros en tener servicio de agua potable con el acueducto de San Antonio. La explosión causó migraciones internas que cambiaron el esquema de la ciudad y que fueron recibidas sobre todo en el norte y el nororiente”.

El norte, indica Rodas, se había convertido en un área apetecida para la compra de lotes en gran medida, gracias a la aparición del Edificio Venezolano que le daba un aire de modernidad ciudadana a la zona.

Ahora bien, la tragedia del 56 también también dio un impulso al poblamiento de zonas surorientales como un fenómeno que coincidió con las migraciones e invasiones producidas por la violencia rural, como lo señala el investigador Édgar Vásquez.

El barrio Aguablanca, ubicado atrás entre las calles 26 y 27 en la zona posterior del edificio Comfandi El Prado, experimentó un fuerte crecimiento pues allí se entregaron decenas de casas prefabricadas para los damnificados de la tragedia. Lo mismo ocurrió con el barrio El Paraíso, en donde la Diócesis de Cali adquirió un lote y construyó 53 casas para las familias afectadas.

“Hay que entender que la explosión se produjo en un contexto de crecimiento general de la ciudad. Cali tenía unas ansias locas de salir adelante. Entonces llegaron grandes ayudas humanitarias por la tragedia, además, el jarillón estaba a punto de ser terminado y por lo tanto la zona del oriente dejó de ser pantanosa y empezó a ser habitable y, por otra parte, el desarrollo industrial pedía mano de obra. Con todos esos elementos, la expansión fue imparable y no solo los barrios del centro afectados que se reconstruyeron se repoblaron, sino que el crecimiento hacia el oriente, el norte y el sur eran irrefrenables”, dice Ely Burka, reconocida arquitecta caleña.

Pero no solo se trató del desarrollo urbanístico paradójicamente impulsado por la que el propio padre Alfonso Hurtado Gálviz calificó como la tragedia no natural más grave que haya tenido lugar en Colombia. La explosión de 1956 permitió también el fortalecimiento de las instituciones de socorro de Cali y el surgimiento de las llamadas ‘Damas Grises’, las mujeres que, por instinto, decidieron dedicarse a socorrer a las miles de víctimas de la tragedia en esa noche abismal.

Fabiola Pineda, presidenta de las ‘Damas Grises’, recuerda que el grupo de mujeres que se ofrecieron como voluntarias para ayudar en las labores de rescate de la Cruz Roja no tuvieron acceso a ningún tipo de ropa distintiva de esa organización, por lo cual solo atinaron a comprar delantales blancos y pañoletas para sus cabezas en las cuales pintaron cruces rojas.

Seis años después de aquella noche en la que fueron testigos inmediatos de los cuerpos desmembrados, de los cadáveres de niños, mujeres y hombres que tuvieron que ser sepultados en una fosa común del cementerio central, las ‘Damas Grises’ de la Cruz Roja en Cali tenían una existencia oficial y hoy cuentan con 120 mujeres dedicadas no solo a la atención de emergencias sino también a la alfabetización y formación para el trabajo de mujeres en toda la ciudad. “La tragedia nos permitió descubrir muchas cosas, entre ellas, que podíamos ser solidarios con todos. La explosión del 56, con todo el dolor que causó, también nos enseñó a sacar lo mejor de nosotros”, dice Fabiola Pineda.

En la cultura popular
  • El incidente inspira el filme Carne de tu carne del director caleño Carlos Mayolo.
  • La novela V. de Thomas Pynchon, publicada en 1963, hace una breve referencia al desastre, entre otros eventos ocurridos a nivel mundial en 1956.
  • En la novela Museo de lo inútil de Rodrigo Parra Sandoval la explosión forma parte fundamental del hilo narrativo.

Tomado de:












El Expreso de Occidente fue los vestigios del Ferrocarril del Pacífico, cuya ruta inaugural de 45 kilómetros entre la capital del Valle y La Cumbre el 27 de noviembre de 1994 mostró el pasado fin de semana, las bondades del transporte férreo.

El recibimiento que le brindaron los casi mil habitantes del municipio de La Cumbre fue similar al que se le da a un amigo de toda la vida. Igual emoción se reflejó en los rostros de la gente del norte de Cali, Yumbo y poblaciones circunvecinas.

Todos, sin excepción, salieron a la vera del corredor férreo para saludar al amigo que -paradójicamente- se le había dado sepultura en agosto de 1991, cuando una ley de la Nación enterró a los Ferrocarriles Nacionales.

Pañuelos blancos, palmas, sonrisas, e incluso uno que otro ojo enjuagado por lágrimas de alegría por el retorno del cha cha chá y el pitar de la vaporina, construida en 1928, se observaron al paso de la caravana del tren turístico.

Así, desde este viernes los 900 metros cuadrados de la estación del ferrocarril de Cali recobrarán vida, y el mejor testigo de ello será la obra del maestro Hernando Tejada plasmada en los dos murales laterales del lugar desde la década de 1960 y que muestra algunos personajes de la historia del Valle, entre ellos Efraín y María, célebres por su romance en la tradicional hacienda el Paraíso.

Volverán las colas de turistas que descansarán la mente durante el fin de semana. Y qué mejor relajamiento que el recorrido de dos horas por el verdor del Valle observando los cultivos de caña, algodón y frutales.

Aventura sobre rieles

El recorrido inicia en Cali, la Capital de la Salsa. Tras veinte minutos de recorrido se alcanza Yumbo con todo su desarrollo industrial que muestra desde los primeros kilómetros. En la estación del municipio los pasajeros pueden disfrutar de raspado, pandebono, hojaldres y empanadas, hechas en casas de los sectores populares del departamento.

A quien no guste de las ventas de afuera tienen otra opción: el coche restaurante. Allí la oferta son los alimentos empacados y líquidos.

Luego de un pequeño receso, la caravana férrea prosigue su viaje hacia la empinada cordillera en busca de La Cumbre.

Son 29 kilómetros los que separan a estas dos poblaciones. A medida que se sube la cuesta los pasajeros sienten los cambios de temperatura que son notorios: se pasa de 1.012 a 1.591 metros sobre el nivel del mar. En ese trayecto cuatro pequeños túneles incrustados en la montaña separan tres sitios de obligada estación en inmediaciones de La Cumbre: Bellavista, Crestegallo y Manzanillos.

Unos metros antes de arribar al municipio, la riqueza arquitectónica aparece reflejada en casas de veraneo como Villa Beatriz, el Ocaso, Chirimbal, Villa Consuelo y Canaguay, entre otras.

Una vez se llega a La Cumbre, las opciones de compra son variadas. Para mitigar el hambre unos doce negocios informales ofrecen el tradicional sancocho de gallina, la fritanga y el arroz de leche. O si se quiere pueden acercarse a uno de los hoteles del municipio en donde, con dos mil pesos, pueden almorzar.

Quienes deseen aumentar la variedad de la flora casera pueden llevar las especies que los vendedores traen de los viveros locales.

Ahí viene el tren

Desde este viernes (2 de diciembre de 1994) sin excepción, no se hablará de otra cosa en el Valle, que de la chiva carrilera.
  • Ruta Cali-El Cerrito: $5.000 ida y regreso.
  • Salida: 9:00 a.m., regreso a las 4:00 p.m.
  • Fines de semana: salidas a El Cerrito y Buga.

Qué hacer 

En El Cerrito: hay dos programas; el uno, es llegar en tren hasta el municipio y allí se monta en una chiva para iniciar el recorrido por el Museo de la Caña, la hacienda El Paraíso, se visitará la tumba de María y se almuerza en un sitio típico. Luego se regresa.

La segunda opción son los toboganes de El Cerrito, un lugar de recreación en donde los turistas disfrutarán de piscina, tobogán, salas de sauna y turcos, con almuerzo incluido.

Valor: ambos planes $12.000 

En Buga: incluye visita a la Basílica, que se hará en chiva desde la estación férrea. Se almuerza en un sitio de la región y se regresa a las 4:30 p.m.

Informes: Centro Occidente del Departamento 

Próximamente el recorrido se extenderá hacia el eje cafetero, Para mediados de 1995, la Gerencia de Macroproyectos de la Gobernación del Valle tiene presupuestado implementar la ruta Palmira-Cali en el horario de las 6:50 a.m. a 6:50 p.m, así como la ruta Cali-Yumbo.

Por: CARLOS H. JIMENEZ Y.
01 de diciembre 1994 , 12:00 a. m.

Tomado de archivos del periódico el Tiempo:
Hacia el sur, se erigió la línea férrea Cali-Popayán que se inauguró en 1925 y franqueaba municipios como Jamundí, Morales y Cajibío. Hacia el Norte, el tramo que unía a Cali con Cartago y que en su trayecto tocaba municipios como Palmira, Tulúa y Buga la Grande. De igual manera, los ramales Zarzal-Armenia, construido con la intensión de atravesar la Cordillera Central para empalmar el Ferrocarril del Pacífico con el Tolima. La línea férrea Santander-Timba, una derivación que se construyó en el departamento del Cauca, con el propósito de unir la línea Cali-Popayán, con la ciudad de Santander de Quilichao. La bifurcación Nacederos-Armenia, cuyo propósito fue unir al Ferrocarril del Pacífico con la red ferroviaria construida por el departamento de Caldas. Por último, la prolongación a la Virginia, una extensión de las líneas férreas que se explayaron por la orilla del Río Cauca hasta la Virginia, cuya obra concluyó en 1931.


Después de más de 40 años de esperar su lenta llegada, el 1 de enero de 1915, se escucharon por primera vez en Cali los pitos del ferrocarril y se vieron en el aire las figuras de humo que dejaba en su travesía desde Buenaventura. Aquel día comenzaría una nueva etapa para la región de la que hoy esencialmente sólo quedan latas corroídas, algunas reseñas académicas y muchos recuerdos en los vallecaucanos que alcanzaron a disfrutarlo.


Por: Alberto Isaza Gil


Para finales del siglo XIX y principios del XX, el Valle del Cauca, enclavado entre las cordilleras Central y Occidental, se mantenía alejado del resto del país y del exterior, debatiéndose entre el aislamiento, el atraso y el estancamiento. Esta región adolecía de vías y sistemas de comunicación que le permitieran evolucionar de una economía de subsistencia para comenzar un despegue económico de intercambio con la nación y el mundo. Para finales del siglo XIX, la red de caminos que existía era casi los mismos que se habían heredado de la colonia y los principales medios de transporte continuaban siendo las bestias mulares y caballares, las espaldas de los hombres y la recientemente inaugurada navegación a vapor por el Río Cauca, un gran adelanto pese a sus imposibilidades.


El barco a vapor había traído grandes beneficios para la comunicación, sin embargo, sus limitaciones eran evidentes. Los vapores, cuya historia se enmarca entre 1888 y las primeras décadas del siglo XX, ayudaron a dinamizar la economía regional uniendo una serie de poblaciones que bordeaban el afluente del Río Cauca, además de acercar al mar productos de exportación que empezaron a tomar impulso como el café. Acercarlos nada más, porque desde Cali hasta Buenaventura, el principal puerto sobre el Pacífico, los productos debían recorrer un largo trecho atravesando la Cordillera Occidental a lomo de mula; un trayecto que en el mejor de los casos tardaba aproximadamente 20 días.

Para esta época el gobierno central fue consciente de la necesidad de construir medios de comunicación y transporte como primer paso para promover un camino efectivo hacia la modernidad. Es así como se emprendió una fuerte campaña por dotar al país de uno de los principales legados de la revolución industrial que había dejado ya su impronta en Europa: el ferrocarril. En el panorama nacional, las primeras líneas férreas que se erigieron fueron la de Panamá en 1855 y la de Cartagena, estrenada en 1871. Pero el proyecto era nacional y la ruta que permitiera la salida al Océano Pacífico era una urgencia no sólo regional sino de todo el Estado.


La llegada del ferrocarril causó algarabía y entusiasmo. Significó la salida del atraso para emprender una ruta hacia el progreso. Este nuevo medio de transporte marcó el inminente advenimiento de los vientos modernizadores a la región que suponen entre otras cosas, el impulso definitivo al desarrollo tardío de la economía del Valle del Cauca. Es a partir de 1915 que, especialmente, Cali comienza a germinar como el polo de desarrollo más importante del occidente colombiano, en tanto que el flujo comercial crece de manera exponencial, a la par del desarrollo industrial.

El circuito Cali-Buenaventura se constituyó en una unidad económica decisiva para el progreso regional. Una condición que se vio reforzada por la apertura del Canal de Panamá en 1914. Gracias al eficiente transporte del centro del Valle al muelle de Buenaventura se exportaron productos como carbón minera, ganado vacuno y café. De igual manera, el ferrocarril auspició el impulso de la agroindustria azucarera y las fábricas de textiles y de bebidas.


La prosperidad no sólo llega a Cali sino también a toda aquella serie de pequeñas ciudades que sienten como su historia cambia en el momento en que son tocados por las vías férreas. A la postre, no sólo fueron los rieles y los vagones, sino que la modernización se vio en toda la infraestructura: estaciones, puentes y túneles.

El ferrocarril vive su etapa de auge entre la década del 30 y 60. Una cosa trajo la otra: con el ferrocarril vino al crecimiento económico e industrial, y con ellos una serie de inmigraciones principalmente de población negra del Pacífico y de desplazados por la violencia de los años 50, que encontraron la región atractiva gracias al aparente clima de prosperidad y desarrollo.


De acuerdo con los historiadores que se han ocupado del tema, el mismo Simón Bolívar, una vez concluyó el proceso independentista, sugirió la necesidad de pensar en el desarrollo de una vía que comunicara al valle geográfico del río Cauca con el océano. Es así como tempranamente se emprenden exploraciones y trabajos sobre el terreno entre Cali y Buenaventura pasando por Dagua, las cuales en principio, se materializaron en caminos de herradura.

El camino para extender la red ferroviaria desde el océano al río Cauca fue largo y complejo.

Después de diferentes enviones por contratar y comenzar los trabajos desde 1872, éstos por fin se emprendieron el 15 de septiembre de 1878, para terminar 37 años después. Como si no fuese suficiente con las dificultades de carácter topográfico, el proyecto ferroviario tuvo que afrontar con una serie de problemas que dilataron su llegada a las riberas del río Cauca, entre las que se cuentan el incumplimiento y los cambios sucesivos de los contratistas que a menudo generaron pleitos jurídicos, los problemas de financiación devenidos del precario estado del Tesoro Público, los abandonos temporales de las obras por causas como las guerras civiles, además de los enredos de tipo legislativo y político, entre los que se tiene el tránsito administrativo de la nación de República Federal a Centralista. Este panorama no brindó muchas garantías, la traída del ferrocarril fue un proceso dispendioso, con períodos irregulares de progreso y estancamiento.


Para 1968, el país contaba con 3.406 Km. de líneas férreas activas, pero ya con muestras de deterioro. El declive de los ferrocarriles parece dejar en evidencia una especie de maldición irremediable que trae consigo la modernidad: el cambio. De la misma manera que los rieles y las locomotoras vinieron a reemplazar medios de transporte mucho menos efectivos como la mula y el barco a vapor, a principios del siglo XX, para su segunda mitad, le llegaba el turno a las vías férreas.

La decadencia de los ferrocarriles, en primera medida deviene de la paulatina construcción de carreteras, la creciente llegada de automóviles y tractomulas, sumado al bajo precio de los combustibles. Por otro lado, para el caso específico del Ferrocarril del Pacífico, su deterioro se acentuó, de acuerdo con una versión bastante difundida, a manejos burocráticos, en los que mucho tienen que ver su centralización administrativa en manos del Consejo Administrativo de los Ferrocarriles Nacionales.


Los avances se dieron por tramos y etapas que pueden ser reseñados de la siguiente manera: un primer trayecto de 27 Km. entre Buenaventura y Córdoba, inaugurada en 1882; en seguida, y después de muchas dificultades, un nuevo trecho que alcanza las Juntas de Dagua, a 54 Km. del mar; la llegada a Cali entre 1909 y 1915, instancia en donde la extensión de la red ferroviaria ya sumaba 173 Km., 15 túneles y 103 puentes; de allí en adelante, todo el proceso a través del cual los inquietos rieles del ferrocarril comenzaron a ramificarse, buscando nuevos destinos hacia diferentes puntos cardinales, hasta constituirlo en la red ferroviaria más extensa del país.

El ferrocarril terminó sucumbiendo a causa de las malas gerencias, la poca disciplina organizativa, la precaria conservación de rieles y locomotoras, y el desinterés por modernizarlos al ritmo del las vanguardias tecnológicas europeas. El servicio fue decayendo y los usuarios, buscaron nuevas alternativas de transporte, con los resultados hoy visibles, donde hoy es la calle 25: un cementerio de vagones y locomotoras, a mediados de siglo era una concurrida estación del ferrocarril donde iban y venían personas que viajaban, o que asistían a recibir o despedir a algún ser querido.

Hoy por hoy, algunos vagones recorren, ocasionalmente, las vías férreas como parte de un proyecto en manos de “Ferrovías” institución que desde 1995 pretende recuperar este sistema para la región.


Tomado de Centro Virtual Isaacs: