La Explosión de Cali fue un desastre ocurrido el 7 de agosto de 1956 a la 01:07 (UTC-5) en el centro de Cali, Colombia, provocado por la explosión repentina de siete camiones militares acompañados por el ejército que llevaban 1.053 cajas de dinamita provenientes de Buenaventura cargados con 42 toneladas de dinamita, que se iban a emplear en la construcción de carreteras en el departamento de Cundinamarca. En 1956, Cali contaba con 400 000 habitantes, de los cuales 4000 fallecieron a causa de la explosión, y otros 12 000 más quedaron heridos.
La Cali del 56 - La urbe en expansión
La ciudad tenía ya unos 400.000 habitantes. El televisor era el electrodoméstico que todos querían. Para comprar uno había que tener en el bolsillo, como mínimo, $750. Se fumaban cigarrillos Cámel, Marlboro, Chesterfield, L&M y, por supuesto, Pielroja. En el almacén Sears ellas podían encontrar lo último de la moda: faldas escocesas a $34,95; enaguas de algodón a $5,95 y carteras italianas a $44,95. La ‘Brillantina de Reuter’ era vital para cualquier peinado. Cali vivía la fiebre del cine mexicano. Cantinflas causaba furor con ‘Abajo el telón’. Y Silvia Derbez brillaba en ‘¿Con quién andan nuestras hijas?’. La noche de la tragedia, el desaparecido Teatro Roma había presentado ‘Mañana cuando amanezca’. Era la víspera de un festivo. En la zona de la explosión, como siempre, se bailaba de noche y día…
El fatídico 7 agosto de 1956
Este fue el recorrido de los seis camiones cargados con dinámita, que causaron la tragedia más grande de la historia de Cali. El estallido fue tan poderoso que se sintió en Buga, Palmira, Santander de Quilichao y Jamundí. Esta explosión fue 84 veces más poderosa que la bomba del DAS colocada por Pablo Escobar, el 6 de diciembre de 1989, en Bogotá.
1 de Julio de 1956:
42 toneladas de dinamita importadas por el Gobierno del general golpista Gustavo Rojas Pinilla para la ejecución de obras públicas en Bogotá salen de Suecia, a bordo del barco Stokolm. Después de atravesar el Atlántico y pasar por el canal de Panamá, llegan al puerto de Buenaventura.
6 de Agosto de 1956:
Las 1.053 cajas de madera que contenían los 42.000 kilos de dinamita son cargadas en seis camiones de la empresa Transportes Mosquera Gómez.
La caravana, con una fuerte escolta del Ejército, inicia su recorrido con destino a Cali pasado el mediodía.
Pasadas las 6:00 p.m. los camiones cargados con dinamita ingresan a Cali, atraviesan todo el Oeste y llegan a las instalaciones del Batallón Pichincha, situadas en el corazón del Paseo Bolívar, justamente donde hoy se levanta el edificio del Centro Administrativo Municipal, CAM.
La alta oficialidad del Ejército decide que los camiones deben salir lo más pronto posible de la ciudad de Cali, no solo por el peligro que representan, sino porque la ciudad estaba caracterizada en la época como un foco de rebeldía y oposición contra el gobierno de Rojas Pinilla.
Poco antes de la medianoche se decide que los seis camiones sean trasladados a la plazoleta de la estación central del Ferrocarril del Pacífico, situada en la Calle 25 con Carrera Primera. Allí funcionaban un destacamento de la Policía Militar, el Batallón Agustín Codazzi y la sede de la tercera Brigada del Ejército. Los camiones se estacionan en un costado de la plaza.
7 de Agosto de 1956:
Pasada la 1:00 a.m. los seis camiones con 42.000 kilos de dinamita explotan simultáneamente, por causas desconocidas hasta el día de hoy. La explosión genera un sismo de aproximadamente 4,1 grados en la escala Richter, arrasa con toda la estación y su zona aledaña, afecta a cerca de 83 manzanas, 41 de ellas totalmente destruidas, y deja un enorme cráter de 60 metros de diámetro por 8 de profundidad. Los habitantes de seis barrios colindantes a la zona resultan afectados. El reloj de la estación, dañado por la explosión, aparece entre las ruinas marcando exactamente la 1:07 a.m.
Reacciones
Desde que inició la tragedia y en las primeras horas de la mañana, la intervención del capellán y sacerdote Alfonso Hurtado Galvis fue notable, ya que alcanzó a socorrer a cientos de víctimas del incidente. En palabras del sacerdote, "el hongo dejado por la explosión se parecía al formado por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, pero más pequeño en proporción, se podían observar partes mutiladas de cuerpos humanos, entre ellos piernas, brazos, torsos. Pocos o ningún cuerpo se encontraban completos. El panorama era dantesco: muertos y heridos por doquier". El periódico local "El País" preparó ese día cuatro ediciones extraordinarias para informar de la tragedia ocurrida.
En el cementerio central fueron enterrados 3725 cráneos y partes de cuerpos, todos en una fosa común. Se erigió una cruz de hierro en las inmediaciones de las calles 25 y 26 para recordar el triste incidente.
Apenas se conoció la tragedia, entidades colombianas locales como la Cruz Roja, la organización Sendas (Secretaría de Acción Social y Protección Infantil, hoy ICBF, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar), los grupos de scouts, las Hermanas de la Caridad y el clero emprendieron la ayuda. La Santa Sede, encabezada por el papa Pío XII, así como países como la Unión Soviética, Estados Unidos, Canadá, México, Venezuela, Japón, China y el continente europeo se solidarizaron con los ciudadanos caleños afectados.
Cabe destacar que la Unidad Residencial República de Venezuela (localizada en el norte de la ciudad) surge como donación a los damnificados por parte del gobierno Venezolano, siendo terminada en poco tiempo. El nombre formal del edificio es Bloque 8 del complejo residencial 23 de Enero.
Así mismo, el gobierno de Canadá hizo donaciones de casas prefabricadas para albergar a los damnificados, ubicadas en las inmediaciones del barrio Aguablanca, de ahí que informalmente se le conocía como "pueblo de lata".
La tragedia permitió dinamizar la expansión de la ciudad hacia los barrios localizados al norte de la misma, como lo son La Flora, Santa Mónica y Versalles.
¿Cómo se recuperó Cali?
Claudio Borrero, ingeniero civil y exconcejal de Cali, sostiene que no es excesivo afirmar que la tragedia del 56 dividió en dos la historia de la ciudad en en el siglo XX. Cali, para entonces, vivía un crecimiento demográfica consecuencia de las fuertes migraciones de La Violencia y del crecimiento industrial de la ciudad.
“La tragedia ocurre en ese contexto de crecimiento industrial y demográfico, del regreso de grupos de afros del Pacífico que se empezaron a aposentar en el oriente y de familias paisas que llegaron a la zona de la ladera de la ciudad. La tragedia, asimismo, implica unos cambios en el desarrollo urbanístico”.
El más evidente, sostiene Borrero, fue el impulso que tomó el desarrollo del norte de la ciudad a partir de la construcción del Edificio Venezolano, erigido por el gobierno de Venezuela en un terreno de alrededor de 100 metros cuadrados en lo que sería el barrio La Flora. Se trata de un edificio de 140 apartamentos, terminado de construir seis meses después de la explosión y que para los años 60 era la construcción más moderna que tenía Cali.
“Con esta obra se le da fuerza al desarrollo urbanístico del norte. Es a partir de la migración de las familias afectadas al edificio Venezolano y del deseo de mucha gente de vivir en zonas alejadas del centro de la ciudad, que empiezan a consolidarse barrios como La Flora, Santa Mónica y Versalles”, dice Borrero.
El ingeniero afirma también que como un efecto de la destrucción de los barrios centrales en la explosión, esa zona empezó a presentar un repunte demográfico y urbanístico sin precedentes en la ciudad.
Tal crecimiento se debió en gran medida a la entrega de lotes que la Administración Municipal de entonces realizó en barrios como El Obrero, Sucre y Benjamín Herrera, en donde se entregaron baldíos de hasta 300 metros cuadrados tanto para daminificados como para personas que empezaban a llegar a la ciudad.
Justamente, de acuerdo con un estudio realizado por el historiador Édgar Vásquez, entre los años 51 y 64, Cali pasó de tener 284 mil a 637 mil habitantes, presentando la tasa de crecimiento más alta desde 1912.
Jorge Humberto Rodas, abogado estudioso de la historia de Cali y que, además, vivía en la ciudad para los días de la explosión, sostiene que en los años inmediatamente posteriores a 1956 zonas como el norte se convirtieron en algunas de las más buscadas por la clase media y trabajadora de la ciudad.
“La expansión se vivía sobre todo en barrios como San Fernando y Granada, que habían sido los primeros en tener servicio de agua potable con el acueducto de San Antonio. La explosión causó migraciones internas que cambiaron el esquema de la ciudad y que fueron recibidas sobre todo en el norte y el nororiente”.
El norte, indica Rodas, se había convertido en un área apetecida para la compra de lotes en gran medida, gracias a la aparición del Edificio Venezolano que le daba un aire de modernidad ciudadana a la zona.
Ahora bien, la tragedia del 56 también también dio un impulso al poblamiento de zonas surorientales como un fenómeno que coincidió con las migraciones e invasiones producidas por la violencia rural, como lo señala el investigador Édgar Vásquez.
El barrio Aguablanca, ubicado atrás entre las calles 26 y 27 en la zona posterior del edificio Comfandi El Prado, experimentó un fuerte crecimiento pues allí se entregaron decenas de casas prefabricadas para los damnificados de la tragedia. Lo mismo ocurrió con el barrio El Paraíso, en donde la Diócesis de Cali adquirió un lote y construyó 53 casas para las familias afectadas.
“Hay que entender que la explosión se produjo en un contexto de crecimiento general de la ciudad. Cali tenía unas ansias locas de salir adelante. Entonces llegaron grandes ayudas humanitarias por la tragedia, además, el jarillón estaba a punto de ser terminado y por lo tanto la zona del oriente dejó de ser pantanosa y empezó a ser habitable y, por otra parte, el desarrollo industrial pedía mano de obra. Con todos esos elementos, la expansión fue imparable y no solo los barrios del centro afectados que se reconstruyeron se repoblaron, sino que el crecimiento hacia el oriente, el norte y el sur eran irrefrenables”, dice Ely Burka, reconocida arquitecta caleña.
Pero no solo se trató del desarrollo urbanístico paradójicamente impulsado por la que el propio padre Alfonso Hurtado Gálviz calificó como la tragedia no natural más grave que haya tenido lugar en Colombia. La explosión de 1956 permitió también el fortalecimiento de las instituciones de socorro de Cali y el surgimiento de las llamadas ‘Damas Grises’, las mujeres que, por instinto, decidieron dedicarse a socorrer a las miles de víctimas de la tragedia en esa noche abismal.
Fabiola Pineda, presidenta de las ‘Damas Grises’, recuerda que el grupo de mujeres que se ofrecieron como voluntarias para ayudar en las labores de rescate de la Cruz Roja no tuvieron acceso a ningún tipo de ropa distintiva de esa organización, por lo cual solo atinaron a comprar delantales blancos y pañoletas para sus cabezas en las cuales pintaron cruces rojas.
Seis años después de aquella noche en la que fueron testigos inmediatos de los cuerpos desmembrados, de los cadáveres de niños, mujeres y hombres que tuvieron que ser sepultados en una fosa común del cementerio central, las ‘Damas Grises’ de la Cruz Roja en Cali tenían una existencia oficial y hoy cuentan con 120 mujeres dedicadas no solo a la atención de emergencias sino también a la alfabetización y formación para el trabajo de mujeres en toda la ciudad. “La tragedia nos permitió descubrir muchas cosas, entre ellas, que podíamos ser solidarios con todos. La explosión del 56, con todo el dolor que causó, también nos enseñó a sacar lo mejor de nosotros”, dice Fabiola Pineda.
En la cultura popular
- El incidente inspira el filme Carne de tu carne del director caleño Carlos Mayolo.
- La novela V. de Thomas Pynchon, publicada en 1963, hace una breve referencia al desastre, entre otros eventos ocurridos a nivel mundial en 1956.
- En la novela Museo de lo inútil de Rodrigo Parra Sandoval la explosión forma parte fundamental del hilo narrativo.
Tomado de:
Eso sí fue un acontecimiento trágico para la Ciudad. Muy buena recopilación de información.
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