Es una de las leyendas caleñas con una historia más peculiar. Y si existe un espanto para castigar a los malos maridos, la mujer del canasto se encarga de las mujeres chismosas.
Cuenta la historia que en las noches previas al alumbrado público solía escucharse una mujer arrastrando los pasos a altas horas en la madrugada. Las mujeres que se asomaban a la ventana para ver quién erraba por las calles en semejante oscuridad, eran sorprendidas por la figura incierta de una anciana arrastrando un canasto.
La mujer se perdía en la oscuridad. Y cuando la curiosa cerraba la ventana era sorprendida por golpes en la puerta principal. Sin poder aguantar las ganas de saber quién tocaba la puerta, las mujeres se apresuraban a abrir. Sólo para encontrarse de frente con la mujer del canasto.
Esta les entregaba una vela larga que sacaba de su canasto maltrecho. Y se marchaba, no sin antes advertirles que era para que las acompañara durante la vigilia. Acto seguido las mujeres proseguían a encender la vela. Sólo para darse cuenta que era un pedazo de hueso recubierto en cera, y lo peor, el hueso era de ellas.
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